Opinión

Llegó la Navidad al Café Risk 007 y con él una copa de balón que teñía de azul pajizo una parte del mostrador donde Ágata, una antigua vedette de los esplendorosos años del Moulin Rouge, apuraba su último trago saboreando la esencia del enebro con el anís estrellado que ondulaba sobre su Gin-Tonic.

En la presente oportunidad quisiéramos invitaros a reflexionar en torno al concepto griego de “Eudaimonía”, también conocida como “felicidad”, y definida por la RAE como “estado de satisfacción debido generalmente a la situación de uno mismo en la vida”.

Hoy soñé que asistía a la ceremonia de entrega de los premios Nobel de la ciencia y me lo concedían gracias a mi descubrimiento, el cual había servido para terminar de golpe y porrazo con el virus de la gripe: la mascarilla.

En la presente oportunidad intentaremos reflexionar en torno al concepto de natividad, en contraposición de la visión determinista de la irrevocable predestinación y su consecuente visión pesimista y nihilista, simbolizada antaño con alegorías y hoy tangible en una cotidianidad pretendidamente vaciada de sentido.  

Vivimos en un país de una riqueza cultural enorme, de las más importantes del mundo, y los que nos visitan se maravillan y nos miran de reojo, con cierta envidia, por nuestra calidad de vida. Y en esa riqueza cultural también se incluye la gastronomía, la de toda la vida y la de nuevas tendencias.

Es sustancialmente imposible abarcar en un artículo de opinión el problema del mal. Aun así, en la presente ocasión nos interesa presentar al menos algunas aristas de este asunto, que no ha sido indiferente para la historia del pensamiento, desde Epicuro (341 A.C)  hasta nuestros días.

Que duro puede ser que, como una horrible pesadilla, se extravíe un hijo en una ciudad desconocida, de noche, sin ropa de abrigo, con el agravante de que se trata de un niño vulnerable debido a una discapacidad que le limita e impide comunicarse correctamente y defenderse de los peligros de nuestra sociedad.

Seguramente habéis escuchado en los años recientes de manera recurrente reflexiones bastante licuadas de contenido en torno a la “era de la postverdad”. Pero ¿qué es eso de la post-verdad? Pues bien, si usted cree que nada de lo que se le dice vía institucional, académica, mediática o política es cierto, usted ha comprendido cabalmente el término. 

Somos unos privilegiados por vivir en una región como Cantabria, poseedora de una riqueza histórica, patrimonial y cultural increíble. Pero, ¿somos conscientes de la responsabilidad que ello acarrea? Por los hechos nos conocerán y, sin duda, queda mucho camino que recorrer.