sábado. 20.04.2024
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Opinión

Deseos para los Magos de Oriente, o de donde sean

Cuentan que unos sabios eruditos venidos del Antiguo Oriente, vestidos con sus ricos ropajes persas, buscaban a un niño por Belén para adorarle, pero se equivocaron de portal y entraron en el de Brian. 

Deseos para los Magos de Oriente, o de donde sean

Su madre, asustada, les echó a gorrazos pensando vete tú a saber qué. Claro, no tenían un móvil con GPS.

Vale, está bien, ya lo sé, en el siglo I no habían móviles ni GPS, y casi mejor porque falla más que una escopeta de feria. Rebobinemos. Dicen que eran tres, o cuatro, guiados por una estrella o cometa y casi caen en la trampa del rey Herodes el Grande que eso de tener un competidor en el trono no le gustaba nada. Total, que los sabios, después de entregar sus presentes al verdadero niño, se volvieron por donde habían venido casi a escondidas.

Mira tú por donde, eso de entregar regalos se convirtió en costumbre y lo han hecho coincidir con la fiesta de la Epifanía. Y ya nos ves a todos escribiendo cartas con nuestras listas de deseos a ver si hay suerte y alguno llega, aunque parece que la cosa no está fácil.

Bueno, yo lo intento todos los años: la paz en el mundo, salud para todos, trabajos decentes, la paz en el mundo...ah, que eso ya lo dije…pero qué bien queda. Venga, centrémonos. Pidamos deseos realizables que a todos nos gustaría conseguir.

Aunque suene poco original, yo sigo insistiendo en mis deseos de la no violencia, de la educación para todos, que la música sea obligatoria en las escuelas (Barenboim dixit), que sea desterrado el odio, la envidia, la soberbia, la ambición desmedida; que los egos sean sustituidos por la solidaridad, que las riquezas lo sean de todos, que las mentiras  las sustituyan la sinceridad y la verdad. Y la paz en el mundo. Ya lo sé, esto parece una carta a los Reyes Magos. Pero, de eso se trataba, ¿no?.

Algunos piden coches nuevos, casas con jardín, viajes a la otra punta del mundo, joyas y riquezas, tener más “likes” en Instagram que la vecina de al lado, comprar ropa carísima para dar envidia a la misma vecina, presumir de cuerpo escultural después de sufrir lo indecible en eternas sesiones de gimnasio que luego terminas dejando, en fin, cosas así. A mí eso como que no me llama, ¡para qué quiero yo una casa con jardín, con lo que hay que limpiar!... quita, quita.

Al final, todo es más sencillo. Si ayudas a los demás, los demás te ayudarán a ti. Si eres cercano en los momentos difíciles, serás recompensado cuando tú lo necesites. Si amas en vez de odiar, vivirás más a gusto contigo mismo. Si cuidas la naturaleza podrás vivir en ella y de ella. Si caminas con una sonrisa, siempre tendrás alguien a tu lado que te acompañe por esta vida que nos ha tocado vivir, incluso en pandemia.

La paz no es un regalo, hay que conquistarla a base de educación y de cultura. Y es muy fácil perderla. Hay una frase muy gráfica que dice María, la puertorriqueña, ante el cuerpo sin vida de su amado Tony, víctima del odio y la violencia: cogiendo la pistola con que le han matado, apunta a su asesino y con frialdad le espeta: “ahora ya sé matar porque ya sé odiar”. (Stephen Sondheim).