Ampuloso retorno a Santander de Jaime Martín al frente de la Sinfónica de Melbourne
El Palacio de Festivales acogió este concierto con obras de Margaret Sutherland, P.I. Chaikovski y Modest Músorgski

FICHA:
-Festival Internacional de Santander. Melbourne Symphony Orchestra. Khatia Buniatishvili, piano. Obras de: Margaret Sutherland, P.I. Chaikovski y Modest Músorgski. Director: Jaime Martín. Palacio de Festivales, Sala Argenta, domingo, día 24 de agosto de 2025.
Hay noches festivaleras que además de su contenido musical, reúne un punto social que repercute en la masiva asistencia de público y unos niveles altos de expectación. Así ha vuelto a ocurrir en la presente edición del FIS con el concierto de regreso a su tierra del director Jaime Martín, que ha venido acompañado por la Sinfónica de Melbourne de la que es titular desde 2022. Como decían los cronistas de antes, y con cierto toque de pedantería, la sala presentaba el aspecto de las grandes ocasiones. Y así fue, la Sala Argenta, otra vez en la presente edición, registró un lleno absoluto para escuchar a la orquesta australiana, a la pianista franco-georgiana y al director santanderino.
La trayectoria y el trabajo artístico de Jaime Martín es bien conocido. Es un director meticuloso al que le gusta la ampulosidad, la sonoridad grande, de pocas concesiones al minimalismo o al recogimiento. Ya lo dejó claro en la primera obra del programa ‘Haunted Hills’, un poema sinfónico de la compositora australiana Margaret Sutherland, interesante y descriptivo, que hizo sonar a la orquesta en toda su amplitud.
El plato más deseado era el romántico ‘Concierto para piano n° 1’ de Chaikovski, que tuvo de solista a la reconocida pianista franco-georgiana Khatia Buniatishvili, cuya forma de interpretar de forma efectista, no siempre coincidió bien con la orquesta. Jaime Martín estuvo muy pendiente de la concertación ante la fuerza impulsiva de la pianista. Buniatishvili posee una sólida técnica que aprovecha para hacer sus versiones. A lo largo de los tres movimientos, hubo algunos desajustes y pasajes borrosos donde ciertas notas al piano fueron inaudibles. El caudal sonoro que impuso Martín a la orquesta tampoco ayudó a clarificar ideas.

Estamos ante una gran pianista, es evidente, pero que intenta hacer que sus interpretaciones sean algo excesivas y hasta un punto vistosas (se llegó a levantar varias veces del asiento), y no siempre consigue un sonido limpio, claro, íntimo. Estuvo mejor en el ‘Andantino’, pero enseguida volvió por sus fueros forzados al final con el ‘Allegro con fuoco’ que, unido a la fuerza sonora orquestal, se perdió mucho del lirismo de la obra. Al público le encantó tanta sonoridad y ante las ovaciones y aplausos, nos regaló, de forma más serena, el ‘Adagio’ del Concierto en re menor BWV974 de Bach.
Ya en la segunda parte, la Sinfónica de Melbourne desplegó todas sus cualidades sonoras con los ‘Cuadros de una exposición’ de Músorgski, en la versión orquestal de Ravel. Es una obra muy descriptiva que Jaime Martín dirigió casi de memoria con gesto preciso y llevando a la orquesta a su terreno. La Sinfónica de Melbourne es una buena agrupación, con una sección de cuerdas brillante y de amplia sonoridad. Desde el inicio, con el famoso ‘Promenade’, la orquesta dejó claro su sonido compacto y equilibrado.
Hubo contrastes expresivos en ‘Gnomos’, al igual que en ‘El viejo castillo’, con el lamento llevado por el saxofón de forma casi aterciopelada. La percusión y las maderas crearon un sonido chispeante en el ‘Ballet de los polluelos en sus cáscaras’, al que Jaime Martín supo dar cierto toque cómico. Hubo mucha energía sonora en ‘El mercado de Limoges’, tal vez excesiva fuerza sonora, al igual que en los dos últimos cuadros, sobre todo en la explosión final con ‘La gran Puerta’ de Kiev.
Es cierto que toda la obra estuvo bien concertada y con sonoridad luminosa, pero echamos en falta más contención y menos volumen del viento metal, que llegó a tapar en alguna ocasión a la extensa sección de cuerdas, incluidos los ocho contrabajos.
Aún así, el éxito fue total entre el público, que hizo recordar a Jaime Martín sus inicios estudiantiles en el Conservatorio de Santander y su extensa carrera como músico y director. Nos regaló de propina una luminosa versión de la obertura de ‘Ruslán y Liudmila’ de Glinka, y la versión orquestal de la canción ‘Irish Time from County Derry’ del compositor australiano Percy Grainger. Y aquí sí, la cuerda se lució en todo su esplendor.
En su única parada en España de su gira europea, la Melbourne Symphony demostró que es una destacada agrupación orquestal que nos gustaría volver a escuchar, aunque estando en nuestras antípodas, se nos antoja complicado. Noche festivalera y festiva, aunque las versiones ofrecidas no pasarán al recuerdo de las grandes ocasiones musicales del FIS.