sábado. 20.04.2024
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Opinión

TOC, TOC. Regem habemus

Carlos III ha sido proclamado rey de Inglaterra ante una cantidad de fieles a la corona que no deseaban este nombramiento y muchos hubieran preferido que este hubiera abdicado en su hijo Guillermo porque es lo que la mayoría de la población deseaba, al parecer, y según las estadísticas que se han mostrado durante estos días hubiera sido la mejor elección.

TOC, TOC. Regem habemus

Los malos gestos y la mala educación del nuevo monarca han dejado relucir hábitos, costumbres y manías que para muchos podían ser desconocidos y sin embargo ahora han salido a la luz como aquel que tiene picores en la cabeza y descubre un ejército de piojos sin poder dominarlos porque estos se rebelan con más ahínco que Irlanda ante un referendum.

Todos le miran con lupa y cada acción del mismo es analizada tan concienzudamente que da hasta pánico salir ante los medios y ante un pueblo que lo aclama, como buenos cortesanos, porque sabe que va a ser juzgado con un criterio tan exhaustivo que parece que los que opinan están especializados en protocolo real sin haber hecho ni la secundaria, pero la verdad es que no hay que ser un lumbreras en la materia para ver que algo falla en el nuevo monarca y que esto no va a terminar nada bien porque presuntamente tiene un trastorno obsesivo compulsivo, lo que en psiquiatría se denomina TOC, y pocos conocían.

Ya se sabía de sus manías, pero esto ya está rozando la estupidez humana, hasta tal punto que parece tener animadversión por la gente y en breve le veremos con un sirviente por las calles mientras da la mano y después se desinfecta con Zotal porque no soporta el roce de nadie en sus extremidades, que no han picado una mina ni una almeja en la paella porque es mucho esfuerzo y no estamos para tonterías con 73 años, que la jubilación está cerca, este se ha pasado de mecha y le han hecho trabajar a su edad cuando creía que no existía ni el concepto en cuestión de lo bien que vivía el señor y no está para menesteres que lo lleven a la tumba seguido de su madre, que aguantarla en el cielo ante tanto rey muerto debe ser insufrible .

Sus manías y excentricidades son tan absurdas y caóticas que ya no saben dónde meterse cuando este exige que se lleven a rajatabla porque de lo contrario serán puestos en la calle sin carta de recomendación y con un cartel en el cuello que diga necesito dinero y tengo dos hijos que alimentar. Hasta ahí ha llegado el percal, por lo que todos callan para no caer en el paro monárquico, especificado en el Instituto Nacional de Empleo (INEM) desde hace pocos años tras la huida del emérito habiendo dejado a empleados sin el mes cobrado. Subsidio por afectados por la monarquía lo denominan ahora.

A tal punto han llegado sus excentricidades que sus sirvientes deben poner en su cepillo de dientes 2’5 centímetros de pasta dental, ni uno más ni uno menos, no vaya a ser que se acabe antes de que finalice el mes y no está la monarquía para gastos superfluos. Sus cordones deben ser planchados cada día, que ahí me entran a mí las dudas de cómo lo harán si son redondos estos mismos en sus zapatos ingleses y si deben aplanarlos para convertirlos en tallarines en vez de en spaguetis. Cuando viaja deben llevar la tapa de su water porque de lo contrario su trasero real se manifiesta en huelga y aquello puede terminar con una peritonitis que al ser de la realeza deberá oler a flores en vez de cloacas francesas sus deposiciones isabelinas, denominadas así en honor a su madre fallecida. No soporta sus manos manchadas con la tinta de una estilográfica, que estoy segura que habrá denunciado a la marca por su agravio en la firma en Irlanda del Norte y desde entonces la empresa estará en banca rota, pero sin embargo no le importaría ser un Tampax en la vagina de su mujer cuando era joven y eso sí que lo considera higiénico y muy ventajosos para el suelo pélvico.

Preocupante, ahí donde lo ven, es altamente preocupante, por lo que no creo que tarde mucho en abdicar. Este trastorno es muy difícil de lidiar para la gente que lo padece y ahí no voy a entrar en ironías porque sería muy cruel y mezquino por mi parte, y precisamente lo digo yo que me compré una taza de té para llevarla en el bolso porque no me gustaba las que me ofrecían en las cafeterías, de ahí mi tara mental reconocida, pero alguien le tendrá que decir que no va a terminar bien su reinado y que será más corto que un cigarro en la mano de un manco, por lo que si hay alguien que de verdad pueda hacerle entrar en razón en la corte que lo haga ya porque de lo contrario la monarquía y sus admiradores se proclamarán republicanos y no tardando.

El problema va más allá, porque su esposa, Camila, no va a permitir que eso ocurra y jamás dejará que su hijastro sea rey mientras ella pueda creerse que es la sucesora en icono de belleza de Lady Di, que ya son ganas de compararse la pobre, por lo que hará todo lo posible por mantener a su esposo en el poder a cualquier precio aunque caigan los cimientos y la sobrepasen por ser de cal en vez de cemento.

Ya lo decían los antiguos expertos, que en la corte real los que reinan no son los reyes si no las reinas y así lo dejó estipulado Isabel II sabiendo que si nombraba a Camila reina consorte su hijo estaría un poco más controlado, el reino en buenas manos y su futuro para los venideros cortesanos.

Hasta para eso la mujer hizo un esfuerzo extremo para dejar todo tan atado que ni jugando al pañuelito se iban a poder quitar los nudos de lo fuertes que los había anudado. Anda que no era previsora hasta para morirse dejando el legado muy bien controlado.

No se equivoquen, los que fueron Isabelistas jamás serán Carlistas y eso le desquiciará más que cuando su primera esposa, Diana Spenser, acaparó todo el estrellato por ser la princesa del pueblo y este quedó en un segundo plano.

Tiene tantos pilares encima que no va a saber cómo derribarlos para hacerse querer ante la gente que no le quiere ver en el trono porque lo consideran un débil y un cero atravesado.

Difícil lo va a tener, sobre todo porque se juntan varios condicionantes para que todo se la sople un rato, sobre todo por la edad, que ya con esos años le va a dar igual si estornuda soltando Covid o si se sueña los mocos con un pañuelo de estaño.

Si querían un rey absurdo, maniático, sin sentido y con más excentricidades que un inquisidor dejando escapar a las brujas de antaño, ahí tienen al hombre que pasará a la historia como Carlos, el rey trastocado.

Cuánto mal hacen estas cosas a un país y cuánto daño se hará dentro de palacio. Las noticias no cesarán y estas serán tan crueles que con su trastorno obsesivo, que ya les he explicado, agravará su situación y será capaz de hacer apagar las luces de Londres en su totalidad porque le perturban en su sueño real.

Dios mío, qué anacrónico es el que sigamos soportando una monarquía y el daño que hace sin que sepamos que no hay cura como la malaria.

La reina ha muerto, ¡viva el rey de los absurdos!