domingo. 13.10.2024
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CRÍTICA

Un veraneo de locura a la italiana

El Palacio de Festivales de Cantabria acogió la obra de Carlo Goldoni, considerado uno de los padres de la comedia italiana del siglo XVIII

Los actores durante la representación de la obra. Ángel Camarero
Los actores durante la representación de la obra. Ángel Camarero
Un veraneo de locura a la italiana

FICHA:

-Teatro: 'Las locuras por el veraneo'. De Carlo Goldoni

-Versión y Dirección: Eduardo Vasco. Estreno nacional.

-Intérpretes: Rafael Ortiz, Manuel Pico, Elena Rayos, Jesús Calvo, Mar Calvo, José Ramón Iglesias, Celia Pérez, Alberto Gómez Taboada, Anna Nácher.

-Vestuario: Lorenzo Caprile. Escenografía: Carolina González.

-Espacio: Palacio de Festivales de Cantabria, Sala Pereda. Viernes, día 24 de noviembre de 2023

-Calificación (sobre 5): ***

Siempre es gratificante ver comedias teatrales escritas con ingenio, chispa y ese punto de crítica social tan oportuna que hace que el espectador sienta un grado de empatía con la historia que se traduce en éxito y disfrute. Carlo Goldoni está considerado uno de los padres de la comedia italiana del siglo XVIII, y supuso una renovación técnica del teatro de su época que ha llegado hasta nuestros días.

En las obras del autor veneciano predomina la sátira de las costumbres donde los nobles son presentados como personas arrogantes y los de clase más baja como faltos de dignidad. Esto se ve bien reflejado en su trilogía del veraneo, ‘Le smanie per la villeggiatura’ (Los desvaríos por veraneo), estrenada en 1761 en el Teatro San Luca de Venecia. Ahora nos ha llegado una nueva versión (ya se hicieron otras) a cargo de Noviembre Compañía de Teatro versionada y dirigida por Eduardo Vasco.

Se ha elegido Santander y el Palacio de Festivales para hacer el estreno nacional de esta nueva versión, ‘Las locuras por el veraneo’, a cargo de una compañía con unos actores estupendos, donde lo primero que llama la atención es su formación tanto escénica como vocal, nada artificiosa y con serena presencia escénica. Por fin se pueden ver a unos actores y actrices que saben hablar en escena, con dominio vocal en sus expresiones y hasta cantan con voz preparada, afinadas y con gracia. Esto que debería ser lo normal en cualquier compañía, se está convirtiendo en excepción viendo el bajo nivel de preparación de ciertos actores y actrices.

En esta primera obra de la trilogía, Goldoni nos muestra la típica familia italiana muy aparente pero de escasos recursos económicos, donde es más importante dejarse ver en sociedad que pagar las facturas y las deudas acumuladas por un estilo de vida que no pueden mantener. Es obligado ir de veraneo a la Toscana gastando lo que haga falta (“ya pagaremos a la vuelta”), comprando vestidos de última moda y haciendo relaciones sociales y amatorias. Y los preparativos del viaje se vuelven una locura y un enredo con malos entendidos, celos y situaciones grotescas que parecen no tener fin.

Es una obra que requiere un reparto actoral de comedia de altos vuelos. Y en esta versión, los nueve actores del conjunto brillan a gran altura. Estupendos Rafael Ortiz como Leonardo y Manuel Pico como el criado Paolo, el más divertido del reparto, cantando y bailando, y el que hace de nexo de unión con una familia de locos. Elena Rayos como Giacinta, Jesús Campo como Filippo, Alberto Gómez Taboada como Guglielmo, o Celia Pérez como la viuda Fulgencia. Un reparto compacto que completan Mar Calvo como Vittoria, José Ramón Iglesias como el vividor Ferdinando, y Anna Nácher como la criada Brígida.

Hay buena dirección de actores que se mueven con gracia y soltura sin ser nada estridentes. Llamativo y apropiado el diseño de vestuario de Lorenzo Caprile adaptado a las costumbres de los años 20 del pasado siglo, dando el toque preciso de elegancia a cada uno de los personajes con cambios constantes según va avanzando el enredo. La escenografía de Carolina González es algo pobre y básica, aunque es efectiva y no entorpece.

Los textos están bien adaptados al castellano y se respetan las frases y giros lingüísticos, lo que hace mantener el nivel de comedia durante toda la duración de la obra, sus escasos noventa minutos pasan en un suspiro, ni cansa ni descansa. Lo justo para entretener y que algunos se vean reflejados en esa sociedad algo hipócrita que tanto les gusta vivir.