domingo. 19.05.2024
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CRÍTICA

Magistral concierto para violín de Brahms en Santander

Leonidas Kavakos da una lección de interpretación para el recuerdo

Concierto en el Palacio de Festivales.
Concierto en el Palacio de Festivales.
Magistral concierto para violín de Brahms en Santander

Es conocido que Johannes Brahms era un gran pianista y compositor, y siempre se resistió a componer para violín. Pero su estrecha amistad con el gran violinista Joseph Joachim influyó para que, al fin, se decidiera a componer su único concierto para violín en 1878.

Durante su composición le pidió a su amigo consejos y sugerencias para algunos pasajes, aunque la final no le hizo mucho caso y se guió por su propio instinto musical. Esto le llevó a escribir una obra de enorme dificultad técnica, hasta el punto que algunos grandes solistas se han negado a tocarla. Como ejemplo, Pablo Sarasate que no solo se negó a interpretarla, sino que además despotricaba contra ella por considerar que estaba falta se melodía y que incluso relegaba al violín frente al protagonismo del oboe, como en el inicio del segundo movimiento.

El concierto se estrenó el 1 de enero de 1879 en Leipzig con un éxito increíble. La partitura se divide en tres movimientos y está dedicado a su mentor Joseph Joachim que siempre defendió y alabó el trabajo de su colega.

A pesar de la dificultad de encontrar intérpretes de referencia, hemos tenido la fortuna de acoger en el Palacio de Festivales de Santander el pasado viernes la gira que la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín ha hecho por nuestro país, Barcelona, Madrid, Alicante y Santander, con el gran violinista griego Leonidas Kavakos como solista del concierto de Brahms y con su director titular Vladimir Jurowski al frente del conjunto.

Kavakos dio una auténtica lección magistral, con una técnica apabullante que le permitía sacar unos sonidos increíbles a su violín Stradivarius ‘Willemotte’ de 1734. Esas entradas en pianísimo de una perfección insultante, su mano izquierda de habilidad asombrosa que le permitió lucirse, aún más si cabe, en las famosas variaciones del solo violín del Allegro del primer movimiento.

La orquesta se debía limitar a seguir el ritmo y sonido que Kavakos imprimía a cada pasaje, como el inicio del Adagio del segundo movimiento con el oboe y las cuerdas dándole entrada a su famosa melodía. El ‘Allegro giocoso’ final fue, de nuevo, asombroso en ejecución técnica y melódica. A pesar de los aplausos y ovaciones del público, Kavakos nos privó de una propina que sí dio en Madrid – el Loure de la Partita 3 de Bach- que levantó al público de sus asientos

La sesión se completó con la Sinfonía ‘La Grande’ de Franz Schubert. Esta obra tiene también mucha historia en su elaboración. A pesar de su corta vida -falleció a los 31 años por causa de las fiebres tifoideas- Schubert fue prolijo en componer gran cantidad de obras que muchas quedaron inacabadas. Es el caso de esta gran sinfonía, que se cree escribió entre 1825 y 1828 pero que quedó guardada junto a otras obras, y no se llegó a estrenar hasta el 21 de marzo de 1839, once años después de la muerte del compositor. La obra es de gran complejidad para la orquesta y de una duración mayor de lo habitual, 55 minutos en su versión íntegra, dividida en cuatro movimientos.

'Andante'

Vladimir Jurowski nos ofreció la versión íntegra, con algunos pasajes irregulares sobre todo en el ‘Andante’ del primer movimiento, con sonidos algo metálicos y entradas inseguras de las trompas. La labor de concertación del director ruso se fue notando en el desarrollo de la obra hasta llegar al trepidante 'Allegro vivace finale' en perfecta conjunción sonora.

La orquesta tiene una sección de cuerdas de enorme calidad y el sonido general es muy “germánico” típico de las orquestas centroeuropeas. Jurowski dirige con gesto preciso, sin exagerar, con cierta elegancia, que consigue que la orquesta le siga casi a ciegas. Estos sonidos ampulosos ya se notaron en su versión de la obertura del Don Giovanni mozartiano que inició la velada, con un sonido poco mozartiano, la verdad.

Sería aconsejable para los responsables del Palacio de Festivales que, debido a la falta de programas de mano en papel, se pusiera una pantalla digital, como en la ópera, con los títulos e intérpretes del concierto, ya se hace en algunos auditorios, como en el de Oviedo, y evitar de este modo que el público se despiste y se produzcan aplausos fuera de tiempo por parte de un pequeño sector no habitual en este tipo de conciertos. De todos modos, eso se “cura” programando a lo largo de la temporada – y no sólo en verano- más música llamada clásica.