Atrapados

Cada vez que te viene al recuerdo el devastador incendio que ha devorado un complejo de viviendas en una de las peores tragedias que se recuerdan en Valencia, donde torres de 14 plantas fueron engullidas por las llamas en un santiamén, tenemos un doble sentimiento.

Por una parte, la pena y el dolor por los que han perdido sobre todo su vida, que se puede decir aquello de, que han hecho ellos para merecer ese final tan trágico, y los que han perdido su hogar, su vivienda, ese lugar que es su refugio.

Por otra parte, sentirnos todos más vulnerable, más inseguros, el de darte cuenta de que la suerte, el azar, la imprudencia de propia o de un tercero, la avaricia de unos por ganar unos miles de euros más de beneficios, la falta de conocimientos o legislación, la falta de medios, de inspección, nos puede colocar a todos ante posibles situaciones dantescas.

Ahora toca atender a las víctimas e investigar. Aunque ver el horror, televisado en directo, conmueve a todo bien nacido, mete el miedo en el cuerpo, lleva a inseguridad a tantos ciudadanos, que pueden decir, que muchas veces es cuestión de suerte, que la chispa, el cortocircuito sea allí y no en mi casa.

Mientras los Bomberos, qué gran trabajo el suyo, exponiendo su propia vida, luchaban contra el monstruo de mil cabezas de ese fuego, que corría por la fachada, tratando durante horas de sofocar las llamas desde el exterior.  Mientras se escuchaban los gritos de vecinos que aguardaban a ser rescatados, los que salían con lo puesto, huyendo de un final trágico, los que desde la distancia contemplaban el horror de ver como las llamas llegaban a sus casas y en unos instantes fuego y humo era los que salía de las mismas.

En la locura de los gritos, sirenas de bomberos y ambulancias, medios de comunicación que rápidamente transmitían en directo la dolorosa e inquietante situación, mientras el fuego en poco menos de hora destruía el centenar de apartamentos que componen esta urbanización del barrio de Campanar en Valencia, pasando a ser un esqueleto de hormigón negro pintado por el humo del descomunal incendio.

En estas torres 10 personas morían asfixiadas en sus propias casas, un hilo de pena y temor se levanta por todo el país, si esto pasa con edificación con pocos años, de esas que no están al alcance de muchos. ¿Cuál será la situación de nuestras viviendas en el caso de que algo parecido pase donde vivimos?

En este país somos expertos en hacer normas, en legislar en caliente, en templado y en frío, pero tenemos un gran déficit sobre el control de la legalidad vigente, la inspección siempre ha sido una asignatura pendiente y a pesar de tantos avances sigue siendo ‘La María’ de legalidad vigente, pasa en todos los ámbitos, en el urbanístico, en el laboral, en el fiscal… 

Sabemos que el tiempo es esa nube que va tapando todo y si son malos recuerdos con más rapidez, que las noticias caducan a las pocas horas de hacerse públicas, pero sí es cierto, que tenemos que ser mucho más exigentes en temas tan importantes como son la seguridad.

No se puede dejar todo al fatalismo, a la mala suerte, hay necesidades reales de esas ITV de la vivienda, que sean reales y no un medio más de tener un impuesto nuevo, sino un medio de dar mayor seguridad a todos los ciudadanos de que su hogar es un lugar seguro.

Aunque sea desde la distancia, mandar a los que sufren esta desgracia todo el afecto de los que nos ponemos un momento en su lugar y el miedo nos hace que nos tiemblen hasta las piernas, que las autoridades no se olviden cuando se apaguen las luces de las cámaras.