sábado. 27.04.2024
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CRÍTICA

El lago contaminado de los cisnes

El Palacio de Festivales acogió esta versión ecologista y anticapitalista donde el público sufrió la pésima calidad de la megafonía

Escenificación del ´Lago de los cisnes'.
Escenificación del ´Lago de los cisnes'.
El lago contaminado de los cisnes

FICHA

-Ballet: 'El lago de los cisnes'.

-Ballet Preljocaj. Coreografía: Angelin Preljocaj

-Reparto: Isabel García López (Odette/Odile); Leonardo Cremaschi (Siegfried); Beatriz La Fata (Madre de Siegfried); Elliot Bussinet (Padre de Siegfried), Víctor Martínez Cáliz (Rothbart). Cisnes, amigos e invitados a las fiestas.

-Vestuario: Igor Chapurin. Video: Boris Labbé.

-Música: P.I. Tchaikovsky y 79D, música adicional.

-Espacio: Palacio de Festivales de Cantabria, Sala Argenta. Jueves 10 de agosto de 2023.

-Calificación (sobre 5): ***

Para cualquier creador contemporáneo, montar una nueva coreografía de ‘El lago de los cisnes’ es muy tentador y todo un reto. Estamos hablando de una de las obras cumbre de la historia del ballet y eso son palabras mayores. A día de hoy existen muchas versiones de la historia, pero pocas son verdaderamente innovadoras, como la del británico Matthew Bourne en la que convirtió los cisnes en hombres en un cuento de la posmodernidad.

El francés Angelin Preljocaj (Región de París, 1957), exbailarín y coreógrafo, se ha presentado en el Festival de Santander con su versión del famoso cuento (Le lac des cignes) estrenada en 2020 con una elegante visión ecologista y anticapitalista, obteniendo un buen resultado artístico y las ovaciones del público que llenaba la Sala Argenta del Palacio de Festivales.

Preljocaj nos plantea la historia desde una suposición, ¿qué pasaría si debajo de ese lago emblemático hubiera petróleo? La respuesta nos la hace desde una perspectiva contemporánea e industrial, donde los padres de Sigfrido no son los reyes del cuento, sino los dueños de una corporación petrolera, mientras que Odette se nos presenta como una ecologista preocupada por el medio ambiente.

Aunque esta versión tiene un lenguaje contundente, a la vez es moderno y entretenido y no trasgrede la línea narrativa de la historia. Mantiene la música de Tchaikovsky con alguna licencia modernista y todas las escenas conocidas, el acto blanco del principio, el cisne negro, los pas de deux, y las emotivas escenas que todos esperan, y al mismo tiempo sabe tejer su propia historia dibujando un mundo corporativo ambicioso y despiadado.

Desde luego, no hay final feliz. Una masa negra se derrama sobre el lago y los cisnes mueren contaminados. Sigfrido antepone el amor a sus principios y pierde. El ballet es coherente con el mundo real, donde las corporaciones y su dinero siempre ganan.

Preljocaj pone un acento coral a toda la obra, con un segundo acto, el de los cisnes, bellamente resuelto, incidiendo en la soledad y la amenaza que sobrevuela sobre ellos. Muy descriptivo el tercer acto de la fiesta, con la aparición del cisne negro y el engaño que sale a la luz. Pero todo esto no estaría tan bien resuelto si no hubiera un conjunto de bailarines que derrochan técnica y pasión.

Buen nivel de la pareja protagonista, Isabel García López, mejor como el cisne negro que como el blanco, y Leonardo Cremaschi, un gran bailarín que hizo un Sigfrido creíble, enamorado y luchador. Víctor Martínez Cáliz, como Rothbart, el villano corrupto de las altas esferas corporativas, hizo una destacada interpretación.

Una de las diferencias más destacables sobre el cuento original es el protagonismo que Preljocaj otorga a los padres de Sigfrido (en el original, los reyes son casi testimoniales), aquí son auténticos protagonistas. Tanto Beatriz La Fata como Elliot Bussinet cumplieron de forma destacada en ambos papeles.

Toda la historia está bien hilvanada con buen uso de la técnica de la danza narrativa, con momentos brillantes y otros no tan destacables (el famoso pas de quatre terminó deslucido) y algunas escenas quedan demasiado lánguidas, sin fuerza. Bien en general el conjunto de cisnes y ejecución brillantes en los bailes de conjuntos. La escena final, pura emoción.

Toda la obra transcurre en tonos grises, con iluminación en blanco y negro, remarcando el ambiente de ambición con los espléndidos vídeos de Boris Labbé y el destacado vestuario de Igor Chapurin, ambos colaboradores habituales del coreógrafo.

Y es una vergüenza la pésima calidad de la megafonía de la Sala Argenta, con un sonido horrible enlatado (¡pobre Tchaikovsky!), indigno de un teatro público. Los responsables del Palacio han preferido gastarse un dineral en una terraza veraniega en lo alto del edificio en vez de abordar las urgentes reformas que llevan años pidiendo solución: ampliación del foso, los bastidores, sistema de tramoyas, megafonía...¿Sigo?