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CRÍTICA

Discreta clausura del Festival Internacional de Santander

El Palacio de Festivales de Cantabria acogió el concierto de Deutsche Kammerphilarmonie Bremen

El FIS se clausuró
El FIS se clausuró con obras de Beethoven y Haydn.
Discreta clausura del Festival Internacional de Santander

FICHA:

-Deutsche Kammerphilarmonie Bremen. Coral Andra Mari.

-Solistas: Heidi Stober, soprano. Rachel Frenkel, contralto.  Martin Mitterrutzner, tenor. Stefan Cerny, bajo.

-Dirección musical: Omer Meir Wellber.

-Obras: L.W. Beethoven: 'Sinfonía n°1, Op 21'. Joseph Haydn: 'Missa in angustiis, Hob XXII n°11', 'Misa Nelson'.  

-Espacio: Palacio de Festivales de Cantabria, Sala Argenta. Jueves, día 31 de agosto de 2023.

-Calificación (sobre 5): **

Se ha llegado al final de esta 72 edición del Festival Internacional de Santander (FIS) otra vez de la mano de Beethoven, al igual que en la jornada inaugural que también fue de la mano del sordo genial. Si la inauguración fue con su última sinfonía, ahora ha sido con la primera. Nadie discute su excelencia, pero como dice el refrán “lo mucho cansa y lo poco agrada”. O falta imaginación para programar obras de otros compositores o, sencillamente, es pasividad o comodidad.

Para la jornada de clausura, con la asistencia de todas las autoridades regionales, se ha contado con la Orquesta de Cámara Alemana de Bremen bajo la dirección del director israelí Omer Meir Wellber. Este es el tipo de directores que yo llamo “director bailarín”, son pura energía desorbitada que exteriorizan de forma exagerada sus gestos hacia la orquesta, da igual que dirija de pie que sentado, como fue con la 'Misa Nelson' de Haydn. Verle mover su cuerpo como si tuviera “el baile de San Vito” no es muy gratificante, con saltitos, movimientos de cadera y exagerados gestos con los brazos.

Hay que decir que es un director que conoce a fondo las obras que dirige, hay un trabajo previo importante, pero a la hora de plasmarlo con la orquesta lo hace de forma tan enérgica que pierde toda la esencia musical de la partitura. Que la Primera Sinfonía de Beethoven suene como si fuera Mahler pues no es lo más apropiado. Y eso que la Orquesta de Bremen es buena, una sección de cuerdas excelente con sonido ajustado al estilo de la época de su estreno en 1800, cuando Beethoven ya dejaba ver su propio sello musical.

Estuvo bien en el comienzo del 'Adagio molto-Allegro con brio', con esos compases de introducción que se consideran “una broma musical” con una tonalidad “equivocada”. La orquesta tiene dominada esta obra y los acordes sonaron en perfecta conjunción entre las cuerdas. Pero enseguida se pudo comprobar la fuerza y la energía que Omer Meir terminó imprimiendo a los cuatro movimientos. Volumen exagerado (y eso que es una orquesta de cámara), bien concertado pero con  dinámicas poco apreciables y poca expresividad.

La situación se repitió y aumentó con la 'Misa in angustiis n°11', llamada también Misa Nelson. El conjunto se completó con la Coral Andra Mari y cuatro solistas. Del catálogo de misas escritas por Haydn, posiblemente sea esta, la n° 11, de las más relevantes. Sigue la estructura litúrgica habitual y los textos en latín, y la orquesta se compone de cuerdas, trompetas, timbales y pianoforte, que en este caso fue el propio Omer Meir quien se sentó para tocarlo y a la vez dirigir a todo el conjunto.

Ya desde el 'Kyrie' inicial se vio las intenciones del director de expandir el sonido a niveles incomprensibles. El coro sonó afinado, con corrección, pero creemos que no tiene la capacidad expresiva necesaria para este repertorio, y si a eso le sumas el exceso de volumen orquestal, el resultado es que en muchos momentos las voces corales quedaban oscurecidas y tapadas.

De los cuatro solistas, el más adaptado estilísticamente fue el bajo austriaco Stefan Cerny, de voz profunda, expresiva y buen fraseo. La soprano estadounidense Heidi Stober es demasiada voz para este repertorio y está completamente fuera de estilo, su media voz es muy musical, pero en cuanto sube al agudo tapa ella sola a todo el conjunto, y claro, el resto de solistas quedaban apagados. Así le pasó a la contralto Rachel Frenkel que solo pudo lucirse en la entrada del 'Agnus Dei', ella sola cantando con mucho gusto. El tenor Martin Mitterrutzner, sencillamente, no existió.

Hubo momentos de cierto lirismo y contención pero fueron los menos. Ver al director dar saltos con brío sentado tocando el pianoforte, no es lo más gratificante. En cuanto podía se levantaba para impulsar cual ardor guerrero a sus huestes. Y claro, hubo momentos de auténtico desvarío sonoro. Una pena.

Final para una edición del FIS donde parece que se va recuperando la asistencia de público gracias a programas muy clásicos y conservadores, nada arriesgados y sin proyectos novedosos. Este debería ser el objetivo para próximas ediciones, evitar ser una simple copia de otros certámenes para consolidar a los nuevos públicos y que el Festival consiga tener un sello propio y distintivo, algo que ahora es su asignatura pendiente.