El erotismo desvirtuado

Cuando escuchas a cierta gente valorar un tipo de literatura erótica es cuando te echas las manos a la cabeza y suspiras con resignación al comprobar, lamentablemente, que las personas tienen el gusto en otro sitio y no precisamente en el paladar de la lectura.

Era imposible no prestar atención a una conversación ajena en el lugar en el que me encontraba al sospechar que se hablaba de libros, ¡por fin alguien trataba algo interesante para ser indecorosa por unos minutos! por lo que una que, escribe o junta letras, según les convenga, presta atención porque le interesa el tema en cuestión o porque es una cotilla sin catalogar y se cree un ser superior, quién sabe.

El caso en que las argumentaciones iban in crescendo y el clímax se rompió cuando una de ellas argumentó que la mejor literatura erótica que había leído en su vida era la trilogía de Cincuenta sombras de Grey.

En ese momento mis neuronas colapsaron , me quedé perpleja, sin saber para dónde tenía que vomitar tal estupidez humana y con ganas de levantarme para decirle cuatro cosas como si yo fuera una experta en el tema en cuestión, que lo soy, no lo duden, vaya piropo me acabo de echar.

Hace unos años ofrecí una conferencia literaria sobre el libro por antonomasia sobre el sadomasoquismo y la subcultura que manifiesta y expone, por lo que de algo me he empapado, digo yo, por lo menos para hablar con cautela y con cierta objetividad.

Vayamos por partes. Aludir que esos libros son la manifestación pura y solemne de tal práctica es un insulto a la literatura de este siglo, así de claro, primero por su falta de rigor informativo, en segundo lugar porque es más light que un niño jugando con una trompeta en un concierto de Mozart y en tercer lugar porque esas escenas te las recreas tú en tu casa con tu compañero o compañera con una escoba, un estropajo o un llavero como consolador, según se precie, para hacerte creer que estás a años luz de salir de la postura del misionero para dar rienda suelta a tus pasiones más ocultas, vamos, vamos.

Y aquí seguimos, en una sociedad en la que no hemos avanzado en cuanto a sexualidad se refiere y que creemos que por ver unas escenas subidas de tono en un contexto que no lo tenemos ni en casa y con un hombre por la que suspiraría hasta un extraterrestre bajando de Venus, ya somos unos expertos en el tema.

Pues mira, va a ser que no, para entrar en esta cultura consentida por ambas partes hay que estudiar y mucho para empaparse de cómo lo practican, sentido, significado, puesta en escena y sentido del amor hacia el que es dominado, sodomizado o amado, sí, sí, han leído bien, un amor que pocos clasifican, pero real, puro y con una admiración entre ambos que ni Connor MaCLeod en los Inmortales ante Heather .

Ahora es cuando al haber leído la frase anterior se llevan las manos a la cabeza y piensan en cómo puedo decir tales palabras cuando el concepto que se tiene de dichas prácticas es el de someter sin que le dé a alguno un parreque y se caiga al suelo como la pastilla del jabón en la ducha con miedo a agacharse por si las moscas.

Hace años, cuando escribí mi novena novela, Asesinato in extremis, donde unos policías vascos debían entrar en un mundo dominado por estas acciones, me tuve que poner en contacto con una persona que lo practicaba y que me asesoró sobre algunas escenas que allí narraba. Nunca supe si era un hombre o una mujer con la que charlaba mediante letras, pero sí que me fascinó cómo lo vivían, cómo lo respetaban y cómo lo exponía.

Nunca le di las suficientes gracias por haberse abierto en canal para explicarme en primera persona lo que era para el él o ella el arte de amar, como Ovidio en sus mejores tiempos.

Así es la vida de un escritor venido a menos, se tiene que documentar sí o también y si es de primera mano mejor que mejor. Los vídeos están muy contaminados de una parafernalia que poco tienen que ver con la realidad y hablar con alguien dispuesto a hacerlo lo hace más interesante, atractivo y menos superfluo.

Si quieren leer algo intenso y hecho a la medida de mentes abiertas de este siglo sumérjanse en las delicias de esta novela,  Historia de O, de Puline Réage, un libro de los años cincuenta que todo el mundo conoce, pero que nadie ha saboreado con dulzura y respeto, porque intenso es un rato en la palabra más absoluta.

En mi caso me lo empapé de cabo a rabo y he de manifestar mis respetos por una mujer, sí, sí, una mujer, han leído bien, que supo expresar sus deseos más íntimos con una pluma exquisita, pero hecha para unos pocos.

No voy a exponer aquí en qué consisten las ejecuciones de dicha actitud sexual, por lo que les invito a leerlo y a que lo comprueben de primera mano, si es que aún tienen la mente lo suficientemente amplia como para respetar lo que otros ejercen sin censura, con consentimiento y con licencia previa tanto en literatura como en su alcoba.

No solo hay orégano en el campo, por lo que  se asombrarían de la cantidad de amas de casa, ejecutivas, jovencitas y menos perversas que lo llevan a cabo y disfrutan de un arte milenario que se lleva practicando desde hace siglos y saborean las mieles de novelas donde la fantasía supera a la ficción en todos sus campos.

Su palabra y acepción se la debemos al Marqués de Sade, escritor y filósofo del siglo XVIII, quien utilizó este concepto en sus obras, lo practicó y acuñó el nombre desde entonces, ahí les va el dato principal.

Por lo que, por favor, no caigan en las redes de creer que esas novelas de Grey y sus acólitos son reflejo de nada porque para ser espejo  de algo hay que mirarse bien y a contraluz, sacarse fuera las vergüenzas y disfrutar de la vida como si fuera un suspiro en toda regla.

Son novelas eróticas, bueeeeno, compro pulpo como animal de compañía, pero no son lo que pretenden ser, punto.

Hasta entonces valoren sus cuerpos como el mejor de los tesoros y exploren su interior como el néctar de algo que solo unos pocos saben sacar partido mientras salen de las cuatro posturas impuestas por la real academia sexual pueril a las que hemos sido sometidos por ser pecado mortal.

Por cierto, la fusta ya la compro yo, que tengo rebajas y ofertas en tamaños y formas.