El desmantelamiento silencioso del Hospital de Laredo

La situación que atraviesa el Hospital de Laredo es inédita y preocupante.

A pesar del esfuerzo y la profesionalidad de quienes allí trabajan, el centro se encuentra en un proceso de deterioro progresivo que amenaza con convertirlo en una especie de centro de salud, muy lejos de lo que debería ser un hospital comarcal de referencia para la zona oriental de Cantabria.

Una de las especialidades más afectadas es la Oftalmología. Antes de escribir estas líneas, quise comprobar si existían noticias recientes que explicaran la reducción del servicio. Lo último que encontré fue una información publicada por El Diario Montañés el 26 de mayo de 2025: ‘La inteligencia artificial ayudará a Laredo a cribar la lista de espera de Oftalmología’. El subtítulo anunciaba la incorporación de una cabina que en seis minutos realizaría un estudio completo del ojo. Sobre el papel, innovación y eficiencia; en la práctica, la desaparición de la atención presencial.

Hablo con conocimiento de causa. Sufro episodios frecuentes de uveítis, una dolencia ocular que requiere atención especializada. Hace unas semanas, tras notar un nuevo brote, acudí a las urgencias del hospital un martes al mediodía. En admisión me informaron de que no había oftalmólogo disponible, que el médico de urgencias poco podía hacer y que la única alternativa era trasladarme a Valdecilla. Lo paradójico es que venía de trabajar en Santander, y bien podía haber ido directamente a Valdecilla… pero como no era mi hospital de referencia, opté por Laredo.

Al día siguiente, en Valdecilla, recibí un diagnóstico y tratamiento adecuados. Sin embargo, sigo sin saber quién se encargará de mi seguimiento, porque en Laredo la especialidad parece haber desaparecido. La propia web del hospital lo confirma: Oftalmología figura en el apartado de servicios quirúrgicos, pero no en los médicos. Quien haya conocido este hospital en el pasado recordará cuando contaba con hasta cinco oftalmólogos atendiendo a pacientes de todas las edades. Hoy, esa realidad ha quedado reducida a la nada.

La pregunta es clara: ¿qué solución tienen los vecinos de la zona oriental? Desplazarse a Santander, a Liencres, o acudir a la sanidad privada. Más grave aún resulta el silencio institucional y mediático que rodea este asunto. Ni alcaldes, ni administraciones, ni medios locales parecen querer alzar la voz. Y si la población no lo conoce, el problema, sencillamente, “no existe”.

La sanidad cántabra atraviesa una deriva peligrosa. Los presupuestos, nos dicen, aumentan año tras año; pero la atención disminuye y, paralelamente, crece la sanidad privada. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Por eso, desde estas líneas, apelo a la ciudadanía, a los profesionales sanitarios y a los responsables políticos a que no permanezcan impasibles. Estamos ante un desmantelamiento silencioso del Hospital de Laredo. Si no reaccionamos, perderemos derechos fundamentales conquistados durante décadas.

El Gobierno de Cantabria debe dejar a un lado las políticas vacías y priorizar la salud de sus ciudadanos. No sirve de nada anunciar grandes proyectos mientras, por la puerta de atrás, se eliminan servicios esenciales. Y la población debe tomar conciencia: hoy quizá no necesitemos acudir al hospital, pero mañana cualquiera de nosotros, o de nuestros hijos o mayores, lo hará.

Defender la sanidad pública en el Hospital de Laredo no es un privilegio: es una necesidad. No hacerlo sería aceptar lo inaceptable.