CRÍTICA

Paganini a la carrera

Orquesta Sinfónica de la RTV Eslovenia.

El Palacio de Festivales de Cantabria acogió el concierto de la Orquesta Sinfónica de la RTV Eslovenia

FICHA

-Lugar: Palacio de Festivales de Cantabria.

-Orquesta Sinfónica de la RTV  Eslovenia

-Mario Hossen, violín. Rossen Milanov, director

-Obras de J. C. Arriaga, N. Paganini y F. Mendelssohn

-Fecha: jueves, día 6 de octubre

Dentro de la exigua dedicación a la música y la danza que se da en el actual programa del Palacio de Festivales, poco más del uno por ciento del total, hemos podido escuchar a la Sinfónica de la RTV de Eslovenia este pasado jueves, día 6 de octubre, bajo la dirección de su titular Rossen Milanov. Una gota de agua en el desierto en que se ha convertido el otoño musical santanderino.

El director búlgaro fue director principal de la Sinfónica del Principado de Asturias durante siete años, del 2012 al 2019, año que tomó las riendas de la Sinfónica eslovena. Su trabajo es detallista, buen controlador de cada sección orquestal, pero que le gustan los sonidos ampulosos lo que le priva de contrastes y sonidos más íntimos.

Se ha presentado por primera vez en Santander con su Orquesta Sinfónica de la RTV eslovena, una formación discreta pero correcta gracias a esa dirección detallista que antes decíamos. Tienen un sonido típico de las orquestas centroeuropeas aunque su calidad sea más limitada. Esto ya se dejó notar en la Obertura en re mayor de Arriaga, “el Mozart español” como alguien le definía, y que discurrió sin mayor relevancia.

El plato fuerte estaba en el melodioso y virtuoso Concierto para violín n°1 de Niccolò Paganini. Una obra cuya parte orquestal bebe de la gran influencia de Rossini, contemporáneo de Paganini, con momentos tan parecidos a las grandes oberturas del genio de Pesaro. Realmente, Paganini la escribió para su puro lucimiento como el violinista virtuoso que era; un diablo tocando el violín, improvisaba de forma constante con arreglos casi imposibles de tocar por otros músicos y que además no permitía que se publicaran para que nadie pudiera copiarle.

Este concierto se escribió en 1818 en la tonalidad de mi bemol mayor pero la partitura del violín solista estaba en re mayor, lo que obligaba a afinar el instrumento en un semitono alto para que tuviera la misma sonoridad que la orquesta (scordatura). Esta es la versión original que hemos podido escuchar en Santander, siendo solista Mario Hossen, gran intérprete y estudioso de la obra se Paganini.

Es evidente el amplio dominio que tiene Hossen de la obra, la resolución magistral de los tremendos cambios de octavas y del endiablado manejo de la mano izquierda, como pudo demostrar en las cadencias libres del final del primer movimiento, no escritas, porque Paganini deja libertad de improvisación al intérprete para su propio lucimiento, en esta ocasión tal vez algo extendido en el tiempo. La orquesta le acompañó con seguridad hasta el punto que Milanov puso su atril ladeado para tener más a la vista al solista. En algunos momentos, los tiempos fueron demasiado rápidos, lo que privó de un mayor matiz y lirismo en algunos pasajes, sobre todo en el Adagio.

Fue una versión muy técnica por parte de Hossen, con un sonido algo oscuro de su violín Guadagnini de 1749, y solo correcta la versión orquestal, escasa de contrastes y con dinámicas algo borrosas, algo que también pudimos notar en la Sinfonía n° 4, “Italiana”, de Félix Mendelssohn. Una obra que refleja el paso del compositor por distintas zonas de Italia en 1830, como de aprecia en cada uno de los cuatro movimientos, desde el famoso Allegro vivace, hasta el Saltarello final que incorpora momentos de danza, incluso una tarantella napolitana.

En esta ocasión, con Mendelssohn la orquesta estuvo algo más entonada, pero siguió adoleciendo de exceso de volumen, sobre todo en el viento metal, aunque Milanov intentó controlar los tiempos para no tapar a las cuerdas, sobre todo a cellos y contrabajos. 

De propina (“regalito” según nos dijo Milanov) nos ofreció una acelerada versión de la obertura de las ‘Bodas de Fígaro’ mozartianas que, realmente, se lo podían haber ahorrado porque aquello sonaba a cualquier cosa menos a Mozart.

Un concierto pasable, con poco más de media entrada (a pesar de estar eliminadas las butacas de la zona más alta de la Sala Argenta), lo que refleja el poco interés que está despertando en el aficionado las escasas propuestas musicales que se están ofertando.