MITOLOGÍA DE CANTABRIA

La creación de una leyenda moderna

Ilustración de Lantarón y la Sirenuca. Mª PIlar G. Pantaleón

Según anuncia una radio

en los profundos del Mar

se ha armado una zarabanda

que ha dado mucho que hablar

Por el mes de febrero se celebra uno de los carnavales más singulares de España en una de nuestras villas marineras: Santoña. La mascarada surge en los días previos a la cuaresma, época de recogimiento religioso, cuyo punto álgido es cuando se celebra el Juicio del fondo del Mar.

Este festejo está basado en una copla escrita a principios del siglo pasado (1934) por una murga formada por trece marineros, llamados los Parrandistas, en la que se narra la historia del amor entre un pobre e inocente besugo y una caprichosa sirena.

Ambos enamorados sorprendidos por Neptuno, dios de los mares, son apresados ante la mirada inquisidora de todo el fondo marino. La Sirena para librarse de la fuerte regañina del dios, acusa a su enamorado de raptarla en contra de su voluntad. El desgraciado pececillo es llevado ante la corte marina procediendo así un juicio contra su persona.

En ese juicio, presidido por el dios Neptuno y siendo su corte de sirenas su tribunal, el Besugo con la ayuda del salvareo, escucha como muchos de sus amigos y conocidos argumentan que la sirena le estaba utilizando para divertirse un poco, y que todo lo acontecido simplemente había sido una treta de la joven para liberarse del poder que ejerce Neptuno en ella.

El dios sin pruebas, absuelve al acusado y le deja en libertad. El enamorado, loco de contento y ciego por el amor que procesa a la muchacha, y pensando que es correspondido, se dirige a su amante y le dice que por fin son libres para no ocultar su amor.

La sirena viendo su libertad tan cercana, se burla de él y le rechaza argumentándole que nunca le que ha querido, que ha sido un juego de sirena. El Besugo, con el corazón roto, muere.

Allá en tiempos más modernos, en 1981, en los inicios del Carnaval después de la dictadura, se recuperó dicha historia, y pasó a convertirse en una pieza teatral escenificada a lo largo de la Villa, con el terrible desenlace del besugo cremado en mitad de la bahía.

Esta bonita historia de amor bien podía haber sido una leyenda, ya que tiene todas las características de un relato mitológico: fue creado por unos nuevos trovadores modernos, compusieron y recitaron una historia poética con un componente mágico ambientado en el mundo marino. Además la historia ha sido relatada de padres a hijo, igual que ocurrió en la elaboración de los mitos y leyendas del mundo general.

Y si bien recoge unos seres mitológicos que no son exactamente cántabros, bien podía haber sido ya que nosotros tenemos a Lantarón, y como no, a las sirenas aunque poco se parecen a las descritas por el escritor danés Hans Christian Andersen, creador de la famosa obra infantil La Sirenita.

En lo profundo del Mar de Esmeralda

Nuestro Rey de los Mares, Lantarón, el equivalente al Neptuno o Poseidón en la mitología clásica, si bien podría parecerse tanto a su homónimo por el poder que ejerce sobre el mar y sus habitantes, difiere su imagen a la que estamos acostumbrados.

El Lantarón es un hombre de gran estatura y musculado, cuya piel es de color verdinegro. Su cabeza es ovalada, de ojos verdosos y muy saltones, similares a las de un pez. Sus manos y pies son grandes, cuyos dedos están unidos por una membrana interdigital, que le permite desplazarse a gran velocidad por el medio acuático.

De su columna vertebral le salen espinas dorsales muy semejantes al pez escorpión. Suele llevar un báculo de saúco, cuyas bayas mezcladas con leche de sirena, le otorga un tono luminiscente al caer la noche, y es el que le da poderes sobrenaturales.

Le encanta sentarse sobre las rocas que sobresalen en el momento de la bajamar, mientras come pulpos, su comida preferida, y observa cómo bailan las olas del mar.

Junto a él, viven las sirenas, otros seres extraordinarios que habitan el mar Cantábrico. En la antigüedad las sirenas eran descritas mitad mujer y mitad ave que embelesaban con sus cantos a los marineros, haciéndoles naufragar. Aunque la imagen que ha perdurado, son las descritas por innumerables historias a lo largo de los dos hemisferios.

Seres mitad humana mitad pez, incluso foca, pulpo o delfín dependiendo de lugar donde se narra el mito. La Melusina en Francia, la Lorelei en Alemania o Selkies del mar de Islandia, etc. son unos claros ejemplos de sirenas a lo largo del mundo.

Existen pocas referencias a las cántabras, lo que sí se sabe, que eran ofrecidas por Lantarón, como premio a los pescadores si alguna vez las apresaban con sus redes.

Les gusta estar en compañía de los espumeros, pequeños hombrecitos que juegan con las olas, y son mensajeros de los marineros que están lejos de sus hogares. A las sirenas les traen flores para hacer sus collares, a cambio ellas les regalan caracolas que les permite oír el sonido del mar.

Hay una leyenda sobre una moza en Castro Urdiales, un poco desobediente, que se pasaba los días cantando en los acantilados, pescando y bailando al compás de las olas, sin otro quehacer. Su madre, cansada de verla ociosa, la maldijo diciéndola que si seguía así, acabaría convirtiéndose en un pez.

Ya fuera por el poder de la maldición, o que Lantarón la escuchó, la muchacha se convirtió en una Sirenuca, la siguiente vez que sintió la mar, y desde entonces pasó a ser la famosa Sirenuca De Castro.

Por tanto, Cantabria al ser tierra bañada por él océano Atlántico, era inevitable que el mar y sus habitantes no estuvieran presentes en su mitología.

Quizá ya es hora que en nuestras tradiciones marineras hablen correctamente de estos seres, y quizá, algún día se oiga la voz potente del Lantarón diciendo:

Traer a ese besugo insensato

Que ha raptado a mi sirena

Como me llamo Lantarón dios de la mar Serena,

Que le haré pagar el mal rato que pasé con su faena….